Tratamiento

Dentro de las terapias estudiadas, se han considerado tratamientos conductuales que incluyen técnicas como la desensibilización imaginada -propuesta por McConaghy-, relajación, control de estímulos y exposición en vivo con prevención de respuesta. Así, la terapia de conducta ve al comportamiento desadaptativo como algo que se puede desaprender. Básicamente sigue un esquema propio de la rehabilitación en drogodependencias, es decir: una etapa motivacional, de desintoxicación, de cambios conductuales y de consolidación.

En tratamientos cognitivos, en cambio, se busca la reestructuración cognitiva de los errores de pensamiento con ello, se intenta cambiar las creencias y pensamientos inadecuados, utilizando técnicas como pensar en voz alta lo que uno está haciendo –al tener deseos de jugar y al jugar- a fin de conocer sus propios pensamientos de manera explícita. Este tratamiento muestra una mayor efectividad en estudios (Toneatto, 2004).

La terapia Cognitivo-Conductual, es una de las escuelas de Psicoterapia más antiguas. Se define por su modelo de naturaleza humana y su metodología.

Por ello, consideramos que nuestra personalidad, es el resultado de nuestras experiencias. No nacemos con una personalidad definida, el proceso de aprendizaje continúa día a día. Aprendemos siendo niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos.

Esto incluye también los problemas psicológicos. Un problema psicológico, en esencia, es el resultado de un mal aprendizaje y/o la ausencia de un buen aprendizaje.

Así como aprendemos comportamientos adecuados o que nos sirven para vivir cómodamente, también aprendemos comportamientos que nos hacen daño. Así pues aprendemos a tener miedo, tristeza, enfado, adicciones y cualquier otro problema emocional.

Criterios diagnosticos

El trastorno de juego se encuentra categorizado dentro del apartado de trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos. Según el DSM-5, se define como una conducta de juego problemático persistente y recurrente, que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo y se manifiesta por la presencia de diferentes criterios establecidos. Más concretamente, es necesario que se presenten cuatro (o más) de los siguientes criterios durante un periodo de 12 meses:

1. Necesidad de apostar cantidades de dinero cada vez mayores para conseguir la excitación deseada.
2. Está nervioso o irritado cuando intenta reducir o abandonar el juego.
3. Ha hecho esfuerzos repetidos para controlar, reducir o abandonar el juego, siempre sin éxito.
4. A menudo tiene la mente ocupada en las apuestas (p. ej. Reviviendo continuamente con la imaginación
experiencias de apuestas pasadas, condicionando o planificando su próxima apuesta, pensando en formas de
conseguir dinero para apostar).
5. A menudo apuesta cuando siente desasosiego (p. ej. desamparo, culpabilidad, ansiedad, depresión).
6. Después de perder dinero en las apuestas, suele volver otro día para intentar ganar (“recuperar” las pérdidas).
7. Miente para ocultar su grado de implicación en el juego.
8. Ha puesto en peligro o ha perdido una relación importante, un empleo o una carrera académica o profesional
a causa del juego.
9. Cuenta con los demás para que le den dinero para aliviar su situación financiera desesperada provocada por
el juego.

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